
CIUDADES PARA NO ESTAR SOLOS
Hacia una reconexión social ante la creciente soledad urbana
Agosto 2025
En un mundo cada vez más urbanizado, las ciudades se enfrentan a desafíos complejos para proporcionar entornos seguros, saludables y sostenibles para sus habitantes. Resulta indispensable explorar la intersección entre la planificación urbana, la sostenibilidad y la calidad de vida para diseñar ciudades que promuevan la interacción social, la inclusión y el bienestar de sus habitantes
La soledad urbana se ha convertido en uno de los desafíos sociales más urgentes de las ciudades contemporáneas, afectando no solo el bienestar emocional de las personas sino también su salud física, su participación comunitaria y el derecho a la ciudad. Se requiere una mirada innovadora e integral sobre este fenómeno, entendido no solo como experiencia individual, sino como resultado de estructuras urbanas, culturales y económicas que debilitan los vínculos humanos.
A partir de un diagnóstico interdisciplinario y territorial, se debe tender al rediseño del espacio público, a la transformación de los modelos habitacionales y al fortalecimiento de tecnologías y políticas urbanas que fomenten la proximidad, el encuentro y el cuidado mutuo. Ello implica, en términos relativos, plantear estrategias de microurbanismo afectivo mediante intervenciones barriales que motoricen las capacidades de reconexión social.


En un contexto global signado por transformaciones demográficas, tecnológicas y culturales aceleradas, las ciudades enfrentan hoy un desafío inesperado pero urgente: la soledad. Lejos de ser una experiencia puramente individual, la soledad constituye una condición estructural que interroga tanto al modelo urbano contemporáneo como a sus formas de habitar. A continuación, se presentan cinco desafíos clave que las ciudades deben afrontar para construir dispositivos que alienten la reconexión social y territorial.
- Afrontar una nueva pandemia silenciosa
En las últimas décadas ha emergido una “pandemia silenciosa” que afecta a una proporción significativa de la población urbana. Se estima que más del 30% de los habitantes de las ciudades declara sentirse solo, una soledad que no solo es emocional, sino también territorial, estructural y cultural. El actual modelo urbano, con su lógica funcionalista y fragmentaria, tiende a reforzar tales condiciones de aislamiento y desintegración comunitaria.
- Abordar ciudades que nos aíslan
El diseño de espacios urbanos ha tendido, en muchos casos, a omitir el propósito relacional. A ello se suman procesos de segregación social y espacial, la progresiva desaparición de espacios comunes (plazas, ferias, patios compartidos) y la falta de indicadores que permitan visibilizar el fenómeno. En este sentido, resulta clave avanzar en la construcción de herramientas como un Índice de Soledad Urbana Integrada (ISUI), que combine datos de movilidad, uso del espacio público y redes sociales locales para dimensionar la magnitud del problema.


- Impulsar un microurbanismo de la conexión
La escala barrial adquiere centralidad como espacio privilegiado para intervenir sobre la vulnerabilidad relacional. Resulta necesario mapear dicha vulnerabilidad y diseñar estrategias que la contrarresten: bancos conversacionales, plazas del encuentro, huertas urbanas compartidas, microcentros vecinales de apoyo, viviendas intergeneracionales y modelos de co-living. Se trata de construir una arquitectura de la compañía, guiada por principios de diseño afectivo en los que materiales, escala y usos mixtos habiliten nuevas formas de proximidad.
- Construir una gobernanza emocional de la ciudad
La ciudad necesita incorporar una dimensión afectiva en sus formas de gestión y planificación. Esto implica promover tecnologías que generen vínculos en lugar de aislamientos, crear plataformas digitales orientadas a la conexión barrial, diseñar aplicaciones de ayuda mutua, establecer laboratorios urbanos del vínculo y aplicar presupuestos participativos para proyectos que fomenten el encuentro. En suma, se requiere una política pública con perspectiva relacional que aborde la soledad como cuestión urbana.
- Rediseñar espacios para el encuentro cotidiano
Resulta crucial reimaginar parques, plazas y otros espacios públicos como escenarios de interacción cotidiana. Ello incluye también el financiamiento de soluciones habitacionales compartidas para personas solas, la creación de redes de apoyo emocional a escala local y la medición sistemática de la soledad como indicador urbano. Frente a los discursos dominantes sobre ciudades inteligentes, cabe advertir que una ciudad verdaderamente inteligente no será aquella que automatice procesos, sino aquella que logre reconectar a sus habitantes.
Desafíos urbanos frente a la soledad
La soledad en las ciudades contemporáneas no es un efecto colateral menor ni un síntoma aislado: es una manifestación estructural de un modelo urbano que ha priorizado la eficiencia por sobre la empatía, el rendimiento por sobre el cuidado, y la conectividad digital por sobre el encuentro humano. Esta “pandemia silenciosa” nos obliga a revisar críticamente las lógicas de organización del espacio urbano, los modos de habitar y las políticas públicas que rigen la vida colectiva.


Superar esta condición requiere un giro paradigmático. No se trata simplemente de sumar más bancos en las plazas o fomentar encuentros esporádicos, sino de propiciar transformaciones sistémicas que reconozcan el vínculo social como una dimensión esencial de la salud urbana. Ello implica planificar ciudades que cuiden, que escuchen, que acompañen; que habiliten espacios y tiempos para estar con otros; que pongan en valor las relaciones interpersonales como infraestructura fundamental del bienestar.
Este desafío exige también una nueva sensibilidad por parte de urbanistas, arquitectos, gobiernos y comunidades. Una sensibilidad que revalorice lo cotidiano, lo pequeño, lo próximo. Que entienda que una calle puede ser más que una vía de circulación: puede ser un umbral hacia el encuentro. Que reconozca que los afectos también se diseñan, se regulan, se promueven.
Las ciudades del futuro -si quieren ser verdaderamente humanas- deberán reconstruir el tejido social desde sus cimientos más inmediatos: el barrio, la vereda, el banco de la plaza, el saludo entre vecinos. Porque el derecho a la ciudad no es solo el derecho a acceder al suelo, al transporte o a los servicios, sino también el derecho a no estar solo.
Desde esta perspectiva, gobiernos locales, urbanistas, desarrolladores y actores comunitarios están llamados a repensar la ciudad desde una nueva sensibilidad: la que reconoce que la salud relacional de sus habitantes es una dimensión clave del desarrollo sostenible y la justicia urbana. En tiempos de hiperconectividad digital y fragmentación social, construir ciudades para no estar solos es un acto político y profundamente humano.
+ INFO SOBRE LOS AUTORES
Myriam Heredia es Arquitecta y Especialista en Vivienda y Hábitat. Maestría en Diseño Arquitectónico Avanzado (UBA).
Presidente de la Comisión de Emprendimientos Inmobiliarios de la Sociedad Central de Arquitectos. Fue Secretaria Académica de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo y Directora de Proyectos y Ejecución del Instituto de la Vivienda de la Provincia de Buenos Aires. Miembro Fundadora de MRELATAM-Mujeres en Real Estate | @myh5411
Guillermo Tella es Doctor en Urbanismo y Arquitecto, especializado en planeamiento urbano y regional. Posdoctorado en Ciencias Sociales (UNC). Profesor Titular en grado y posgrado sobre temas de urbanismo. Secretario Académico del Programa Interinstitucional de Doctorado en Arquitectura y Urbanismo. Ha dirigido diversos planes estratégicos y de desarrollo territorial entodo el país. Publicó numerosos libros sobre procesos de transformación de ciudades |@guillermotella