En lo alto de las Sierras de Córdoba, la vivienda se abre hacia el horizonte con una geometría pura que dialoga con el paisaje. Su implantación en pendiente permite una lectura en tres niveles, donde cada planta revela un carácter propio, siempre atravesado por la luz y la materia.
En la planta baja se concentra la vida social: un único espacio continuo reúne estar, comedor y cocina, vinculado de manera directa con la galería y la piscina infinita. El piso de piedra natural conecta interior y exterior, mientras que los grandes ventanales de piso a techo enmarcan la inmensidad del valle. La cocina combina el negro profundo de sus muebles con las vetas blancas del mármol, aportando un contraste elegante que refuerza la sofisticación del espacio. Todo aquí respira amplitud, solidez y transparencia a la vez.

La planta alta alberga el área íntima, donde los dormitorios se abren hacia la vista y la privacidad se regula con celosías metálicas negras que filtran la luz del poniente. El dormitorio principal se prolonga en una terraza íntima, mientras que los baños sorprenden con patios interiores: pequeños jardines enmarcados en vidrio que aportan frescura y luz natural. La madera clara de los pisos suaviza la contundencia del hormigón y la piedra, envolviendo los espacios con calidez.

En el subsuelo, la arquitectura se vuelve introspectiva. Allí, la cava se materializa como un refugio en penumbra, con muros revestidos en madera oscura y una imponente barra de piedra rústica que recuerda el origen telúrico de la materia. Un espacio pensado para la pausa y el encuentro, donde el tiempo parece detenerse.

La casa en La Deseada se sostiene en un delicado equilibrio entre líneas contemporáneas, texturas nobles y la naturaleza circundante. Es una arquitectura que observa el paisaje y al mismo tiempo se deja abrazar por él.