La casa chorizo de principios de Siglo XX, con su secuencia de habitaciones iguales abriendo a una galería lateralizada y su característica construcción a base de muros portantes, debe ser de las “tipologías” más nobles presentes en nuestro territorio, por la versatilidad y flexibilidad que admiten en su interior. Entender la generosidad de este tipo de edificación fue clave para empezar a proyectar la intervención de un PH.

La casa, devenida en depósito de muebles y caída en el abandono, contiene riqueza estructural y espacial escondida entre revoques descascarados y cielorrasos rotos que, afortunadamente, mostraban entre sus huecos una losa de bovedillas a 5m de altura. Esta condición determinó la compra final del inmueble porque permitía completar el programa de necesidades sin aumentar los metros cuadrados.

La estrategia fue hacer uso de los metros cúbicos de aquel gran vado contenido entre la cubierta y los muros laterales portantes de 30 cm. Respetar y poner en valor tanto la estructura como los detalles de época fue la premisa que apuntaló el proyecto desde el inicio. Se actuó
en consecuencia cuando aparecieron elementos inesperados en obra, huellas de lo que alguna vez fue una vivienda unifamiliar de categoría en la ciudad.