


EL ZEPO – Por Miguel Palau
Marzo 2025
El nombre del articulo alude a Leandro Zicarelli quien se refiere de manera irónica a las innumerables citas que se hacen sobre este término.
Vamos a empezar desde lo estrictamente técnico, poniéndonos en contexto: ¿QUÉ ES EL CEPO? En esencia, el cepo cambiario es un mecanismo de control que limita el acceso a divisas extranjeras, restringiendo la compra de dólares, regulando la salida de capitales y estableciendo controles estrictos en el mercado cambiario. Su principal objetivo es proteger las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y evitar una devaluación abrupta del peso. En Argentina, el cepo es de una ingeniería tal que, para desactivarlo, se requiere una mano quirúrgica; posee restricciones cruzadas y normativas que se solapan y complementan, lo que lo convierte en uno de los más restrictivos del mundo y de la historia.
La implementación del cepo se sustenta en la necesidad de evitar la pérdida de reservas internacionales en contextos de escasez de dólares. Además, se concibe como una herramienta para controlar la inflación y la devaluación, intentando mitigar la volatilidad de precios en bienes y servicios y proporcionar, en teoría, una estabilidad económica. Otra finalidad es desincentivar la dolarización de los ahorros, un fenómeno que se intensifica en economías con alta inestabilidad. Sin embargo, en la práctica, romper con la dinámica bimonetaria implica años de estabilidad y cambios estructurales profundos que aseguren a los tenedores de pesos que no estamos atrapados en un ciclo interminable de stop and go.
No es de extrañar que, en momentos de crisis cambiaria, Argentina haya recurrido históricamente a medidas de este tipo. Durante la crisis de 2001-2002 se implementó el “corralito” y, nuevamente, en 2011 se optó por el cepo, cuya eliminación en 2015 dejó lecciones imborrables sobre sus costos y limitaciones. Más allá de las intenciones, el cepo resulta netamente nocivo si no se trata como una medida transitoria.
Argentina se aferra al cepo de forma casi paradójica, aun con reservas negativas de 11 mil millones de dólares, importadores sin acceso a divisas, empresas que no pueden liberar remesas al exterior ni pagar dividendos a sus accionistas. Esto genera, además de una sangría en el BCRA, dólares “encapados” que, tras años de reclusión, complican aún más el escenario económico. La práctica ha demostrado que estas medidas generan un mercado fragmentado de múltiples tipos de cambio—oficial, blue, contado con liquidación (CCL) y mercado electrónico (MEP)—que abre la puerta a prácticas especulativas y crea un ambiente de incertidumbre que desincentiva la inversión, tanto extranjera como nacional.
El cepo impide la dinamización de sectores estratégicos, entre ellos el de la construcción, especialmente en proyectos de envergadura que dependen de insumos importados.
Miguel Palau
Para evaluar los efectos de una eventual salida del cepo es necesario analizar el largo plazo, especialmente en una economía bimonetaria como la nuestra, que sufre sus consecuencias. Según la plana mayor de Economía del gobierno actual, eliminar el cepo podría complicar la competitividad al apreciar el peso ante una entrada masiva de capitales. En palabras directas, se trataría de enfrentar problemas que, desde una óptica técnica, preferiría resolver un ministro en condiciones de estabilidad. El argumento gubernamental de que “no hay tanto dólar queriendo salir, sino que quiere entrar” resulta, a mi parecer, una seguridad falaz.
El cepo impide la dinamización de sectores estratégicos, entre ellos el de la construcción, especialmente en proyectos de envergadura que dependen de insumos importados. Resulta paradójico que, si bien este mecanismo actúa como escudo ante shocks externos—al frenar una salida descontrolada de capitales en tiempos de crisis—, al mismo tiempo, rechaza la entrada de nuevos recursos que podrían fortalecer las reservas del país. Argentina, con un riesgo país que supera los 700 puntos y reservas netas negativas, es un claro ejemplo de este dilema. Aunque el cepo puede detener la fuga inmediata de capitales, obstaculiza la acumulación sostenible de reservas, debilitando la capacidad del país para enfrentar choques externos y consolidar una estabilidad financiera a largo plazo. En definitiva, lo que se concibe inicialmente como un mecanismo d e protección se transforma, con el tiempo, en una traba para el desarrollo económico.