Autores: Pablo Pero (Economista); Miguel Palou (Economista); Jesús Bronicardi (Lic. en Administración)
En el primer semestre, el sector de la construcción enfrentó un panorama desfavorable debido a una combinación de reordenamiento macroeconómico, ajustes fiscales severos, represión financiera y factores climáticos atípicos como las lluvias intensas. Estos elementos negativos impactaron notablemente los indicadores de actividad del sector. La construcción privada, en particular, sufrió una caída significativa del 27.7% en los primeros cuatro meses del año, según el Índice Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) desestacionalizado, lo que también afectó severamente el empleo en el sector.
Sin embargo, los datos del INDEC de los últimos dos meses indican una leve recuperación.
El ISAC mostró variaciones mensuales positivas, acumulando un incremento del 8.3% en este período, aunque en términos interanuales la caída sigue siendo del 32%.
Este incipiente rebote, no obstante, no es suficiente para convencer a los analistas, y el escenario sigue siendo complicado para una recuperación sostenida.
Las perspectivas para el trimestre en curso son desalentadoras según el consenso de empresas privadas y consultores. Se espera una fuerte contracción económica, altos costos de materiales y volatilidad cambiaria, factores que complican aún más la situación del sector.
Aunque se esperaba una recuperación vigorosa impulsada por un rebote en los salarios reales, una mejora en el consumo, estabilidad en los precios, un mayor ingreso de divisas, un aumento en el crédito privado y una menor presión fiscal, estas expectativas han sido ajustadas a la baja.
El agotamiento del plan económico actual sugiere que las expectativas iniciales eran demasiado optimistas. Es crucial que las reformas estructurales, necesarias para fomentar la inversión y la reactivación económica, no sigan siendo postergadas por la inercia política.
La aprobación de la ley bases y la incorporación de un ministro “desregulador” deberían sugerir ese escenario. Estos cambios deberían empezar a reflejarse en las cifras antes de ser percibidos en la economía real.